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Mostrando entradas de 2019

Una leve vida

En memoria de Pablo Santa Roberto murió. Lo encontraron en su habitación. Llevaba tres días muerto. El olor fue lo primero que sintieron: azufrado, al principio débil, filoso, puntiagudo, salado, podrido. La casa de Roberto estaba en perfecto orden: la sala, el primer espacio con el que se encuentra el visitante, sin ningún objeto fuera de lugar, todo pulcro… un leve olor a limón; la cocina, amarillenta por el tiempo, brillaba opaca, los platos en su sitio, los tenedores con los tenedores, las cucharas con las cucharas, los cuchillos con los cuchillos… un leve olor a lavanda; el baño, oscuro, se reflejaba a si mismo en las baldosas verdes, la tapa bajada, un rollo de papel higiénico nuevo… un leve olor a canela; el cuarto, con la luz amarillenta y titilante de un estudio viejo, la cama tensada y sin arruga alguna, el televisor encendido en el canal de deportes, los mejores goles de la semana, la ropa sucia con un orden impropio de la ropa sucia apilada en un rinconcito al que poca

Gabo, y el cataclismo de Damocles

Como hoy quería publicar y tampoco tenia nada preparado, decidí dejar aquí y compartir un discurso que dio Gabo en el aniversario #41 de la bomba de Hiroshima. Por mucho que no me guste García Márquez, tengo que admitir que esta conferencia es de las pocas cosas que me han gustado de el, incluso más que la sobreanalizada primera frase de Cien años de soledad (siendo lo único del libro que he leído): "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Sin más vueltas que darle al asunto, quiero dejar que solo Gabo hable, y deje claro que la guerra no es una opción. Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo. Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el t

Reseña: La hija de la noche

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La hija de la noche Laura Gallego Edebe, 2004 196 páginas Sinopsis encontrada en el libro “La tranquilidad del pequeño pueblo de Beaufort se ve alterada por un hecho que, en principio, parece carecer de una explicación razonable. El granjero Henri Morillon ha encontrado muerta una de sus vacas en extrañas circunstancias: completamente desangrada.             Algunos habitantes del pueblo, como el joven Jerôme, creen que la mansión Grisard guarda cierta relación con el suceso. El viejo caserón había permanecido deshabitado y abandonado durante muchos años, hasta que derepente se instala allí la bella y enigmática Isabelle, que regresa a la localidad que la vio nacer y de donde huyó tiempo atrás.             El misterio que rodea a esta mujer despertará las sospechas de sus vecinos, y gendarme del lugar, el joven Max, comienza a investigar…” El entrar a un libro a la defensiva no es un movimiento muy inteligente. Había algo en este libro que no me cuadraba. Des

Reseña: Limpieza de oficio

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Limpieza de oficio Sergio Ocampo Madrid Penguin Random House, 2014 226 páginas Para ser un libro sobre payasos y asesinatos en serie no resulta tan interesante como parece, original tal vez, pero interesante no. Paco es un periodista que le gusta jugar a ser novelista con sus historias. Trata su columna como si de un libro de aventuras y superhéroes se tratará, oh, además, como personaje, es insoportable. Logré terminar este libro por pura culpa. Algo tenía que tener, algo que hiciera que valiera la pena su lectura… al final, lo único que consiguió que lo terminara fue su procedencia. Conseguí este libro por manos de los chicos de tulibroaciegas , una iniciativa que busca darte una cita a ciegas con un libro. El precio está muy bien y si no hubiese hecho el esfuerzo de terminar el libro me hubiese sentido terriblemente mal. Ya habiendo dado una pequeña introducción a esta crónica fantasiosa con máscara de novela estos son sus altos y sus bajos: Altos - No t

Carta al amor distante

Te vi, te vi, te vi, y solo hasta que te escribí, te amé. A tientas caminé trazando las letras de un poema,  recordando tu pelo de oro, tus ojos inteligentes, tu amor por el conocimiento, por la música, por los libros; pero sigues distante, casi inalcanzable; y yo sigo perdido, esperando ser encontrado por ti, con miedo a buscarte. Te amo, te amo, te amo, y solo hasta que te escribo, te veo.