Problema anatómico

Problema anatómico
Julian Santa

Cuando aquel objeto demoníaco se le acercó, cerró los ojos inmediatamente y giró su cabeza con un movimiento brusco. Su brazo, expuesto y sostenido por unas manos con sorprendente fuerza, se tensó con miedo a lo que le devenía. El sudor bajaba con rapidez mojando sus cejas, los dientes rechinaban al chocar entre sí, los pulmones, desesperados, buscaban oxígeno, los dedos de los pies se curvaron al instante y dos puños dispuestos a masacrar todo lo que se les pusiera en frente se formaron con rapidez. Sin aviso alguno, un dolor punzante e intenso apareció concentrado en la parte interior del codo. Ahogó un grito. Sintió como poco a poco, con una precisión maquiavélica, su piel se desgarraba. Sus nervios, que ahora eran atravesados, mandaron un último impulso eléctrico al cerebro avisando que algo iba mal. El dolor se intensificó. Cuando el objeto atravesó el último obstáculo y se paró por un instante, el dolor quedó estancado, pero no desapareció.

Dentro era todo un caos. El pobre cerebro del chico no sabía qué hacer, se estaba perdiendo mucha sangre y ya algunos músculos le protestaban por la falta de oxígeno. Se puso manos a la obra y ordenó una advertencia.

El grito que pegó cuando el objeto salió de su cuerpo asustó a todos los presentes. Podía sentir como se desangraba, como la vida se le escapaba. De pronto, junto a un pequeño ardor, algo taponó la herida. Estaba a salvo, por el momento.

Abrió los ojos y miró con odio a su agresora. Esta le respondió con una sonrisa.

“Listo, ya está. Solo fue un pinchazo. Ahora falta esperar los resultados. El doctor dice que probablemente no sea nada.”

“Está bien, Ma”. Le respondió a la traidora mientras se limpiaba las lágrimas de la cara.







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